SÉPTIMO DÍA DE LA NOVENA. LOS PASTORES. LA FRATERNIDAD SIN LOS ÚLTIMOS NO ES FRATERNIDAD


Monición

Queridos Hermanos:

En este séptimo día de la Novena de Navidad pondremos nuestra mirada en la experiencia que viven los pastores, que representan a los sencillos y vulnerables de la sociedad. Ellos, en su debilidad y pobreza, fueron los primeros en recibir el anuncio del Ángel sobre el nacimiento del Salvador. Solamente desde esta perspectiva se puede comprender que la fraternidad sin los últimos no es fraternidad.

Iniciamos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Oración Inicial

Señor Jesucristo.

Pan vivo bajado del cielo:

Mira al pueblo de tu corazón

que hoy te alaba, te adora y te bendice.

Tú que nos reúnes alrededor de tu mesa

para alimentarnos con tu Cuerpo, 

haz que superando toda división, odio y egoísmo, 

nos unamos como verdaderos hermanos, 

hijos del Padre Celestial. 

Envíanos tu espíritu de amor, 

para que buscando caminos de fraternidad:

paz, diálogo y perdón,

colaboremos para sanar las heridas del mundo. 

Amén.

Escuchemos la Palabra.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: “No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es El Mesías, el Señor. Esto le servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. De pronto se reunió el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra pasa a los hombres de buena voluntad!”. Cuando los ángeles los dejaron para volver al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos hasta Belén, para ver eso que el Señor nos ha anunciado”. 

Palabra del Señor.

Reflexionemos.

Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Fue así como Los Ángeles se presentaron ante los humildes pastores de Belén, para anunciarles que el Salvador del mundo había nacido. Todos los años la alegre palabra del Señor resuena por todos los confines de la tierra, y ya no en la voz de los ángeles de Dios, sino en la voz de cada hombre de buena voluntad que mira con misericordia sus semejantes.

No hace falta que vayamos lejos, no hace falta adentrarnos en los oscuros confines donde están los pobres de este tiempo; en el hermano que vive a nuestro lado; en el anciano abandonado de nuestra familia; en los niños maltratados; en las mujeres violentadas, en cada migrante sumido a la desesperación, está el rostro de Cristo sufriente, esperando nuestra misericordia.

Peticiones.

Los pastores al recibir el anuncio del Ángel, nos enseñan a mantener el corazón siempre abierto a la acción misericordiosa de Dios en la propia existencia. Presentamos nuestras súplicas confiadas diciendo:

  1. Por todas las personas privadas de su libertad, para que en medio de esta experiencia dolorosa que viven, puedan sentir el amor y la misericordia de Dios que los Perdona y los renueva. OREMOS.
  2. Te presentamos señor la vida de todos quienes viven en la calle o en condiciones de pobreza extrema, para que en medio de su situación, puedan encontrar siempre la generosidad y el apoyo de quienes pasan por su camino.OREMOS.
  3.  Por todos aquellos que tienen la misión de cuidar a los enfermos, para que vivan esta experiencia con total espíritu de fe, con paciencia y con un corazón misericordioso. OREMOS.
  4.  Por aquellos que se han dejado vencer por cualquier tipo de vicio, para que puedan volver su mirada al señor y no se sientan juzgados ni señalados sino más bien apoyados por hacer un cambio en su vida. OREMOS.

Seguimos pidiendo por la salud de Cristina Maruri y Mikaela Mejía. Por eso decimos: Padre nuestro… Dios te salve María… Gloria al Padre…

Oración Final.

Un hijo se nos ha dado.

Eres tú, Jesús,

el Hijo que me hace hijo.

Me amas como soy,

no como yo me creo que soy; yo lo sé.

 Al abrazarte, niño del pesebre,

abrazo de nuevo mi vida.

Acogiéndote, Pan de vida,

también yo quiero entregar mi vida.

Tú que me salvas, enséñame a servir.

Tú que no me dejas solo, 

ayúdame a consolar a tus hermanos,

porque – Tú sabes – desde este día

 Todos son mis hermanos.

Amén.

(Opcional)

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