¡Buenos días!
Iniciamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Comenzamos con esta oración para ofrecer a Jesús todo lo que vamos a hacer a lo largo del día.
Se puede leer primero individualmente, después, repetir en voz alta la frase que más les ha gustado y terminar leyéndola entera en voz alta todos juntos.
Hoy, Señor, al comenzar este nuevo día
te ofrezco todo lo que soy y lo que tengo.
Te ofrezco las pequeñas cosas
que suelo hacer cada día:
el esfuerzo que supone levantarse,
la rutina de vestirse,
desayunar e ir al colegio,
la monotonía de las clases
y la satisfacción
de estar con mis amigos.
Te presento el tiempo de estudio
y el descanso,
la relación con mis padres
y lo mucho que me cuesta
ayudar en las cosas de casa.
Gracias, Señor,
porque todo,
aunque sea cotidiano,
es una oportunidad que me das
para vivir intensamente,
poniendo amor en todo lo que hago.
Que al final del día,
sienta que estás a mi lado
y la satisfacción de saber que en este día
he hecho lo que a ti te agrada.
DECIMOS TODOS JUNTOS:
PADRE NUESTRO…
DIOS TE SALVE MARÍA…
GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO…
Venerable Hermano Gabriel Taborin.
Ruega por nosotros.
Evangelio según san Lucas (6,39-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo,» sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra de Dios
Reflexión
conciencia lleva a un conocimiento más profundo de uno mismo y a una mayor compasión por los demás, pues para entonces habremos sabido que, como seres humanos, somos más parecidos que diferentes en nuestros puntos ciegos. Podemos seguir intentando ofrecer correcciones, pero en privado, con respeto y fraternidad, y sin deshonrar al otro. Y, si el otro aún persiste en sus puntos ciegos, también sabremos soportar la carga del otro y cumplir así la ley de Cristo (cf. Gál 6,2).