¡Buenos días!
Iniciamos en el nombre del Padre, del Hijo y de Espíritu Santo. Amen
La desigualdad en la que vive la humanidad es evitable
Entre las causas de la desigualdad está un modelo económico dominante que especula con los recursos y provoca tragedias humanas: hambre, desempleo, trabajo esclavo, trabajo infantil…
La desigualdad se ha convertido en una especie de virus capaz de volver a socavar los niveles más básicos de la vida de los más vulnerables y matar; hoy vuelve a afectar al derecho a la propia vida, a la salud o a la alimentación. Un virus que contagia dejando tras de sí la estela de más países desiguales y más personas afectadas. Y las desigualdades tienen rostros, considerados, en ocasiones, como sobrantes: migrantes, pueblos indígenas, la situación de sufrimiento de las mujeres…, sobre todo, en el Sur…
“Los pobres no pueden esperar. Su calamitosa situación no lo permite”. (Papa Francisco).
- ¿Qué hacer para “que nadie se quede atrás” (Juan XXIII), ante el desafío de la desigualdad que merma las condiciones de vida de las personas más empobrecidas?
- Dejarse interpelar por la realidad de un mundo desigual.
- Reconocer que la desigualdad en la que vive la humanidad es evitable.
- Hablar de nuestra humanidad en términos de igualdad de oportunidades, de derechos, de acceso a las condiciones de una vida digna.
- Enfrentarse con audacia y honestidad al ambiente de indiferencia ante la desigualdad.
- Comprometerse por el bien común, la justicia social, el destino universal de los bienes…
- Construir un futuro común con responsabilidad común, escuchando a los descartados.
- Optar por la sobriedad para no derrochar lo que es de toda la humanidad y compartir.
Terminamos diciendo:
PADRE NUESTRO…
DIOS TE SALVE MARÍA…
GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO…