¡Buenos días!
Comenzamos esta mañana en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén.
Pensamos que Dios está aquí en medio de nosotros, nos ve, nos oye, nos ama y nos conoce por nuestro nombre.
Se puede leer primero individualmente, después, repetir en voz alta la frase que más les ha gustado y terminar leyéndola entera en voz alta todos juntos.
Gracias Dios por todo
lo que me das cada día.
Te doy gracias por los días tranquilos
y por los días tormentosos y difíciles.
Gracias por la salud,
porque cuidas de mi cuerpo,
de mi mente y de mi espíritu,
Gracias por ir a mi lado
a lo largo de este camino de luz
que recorremos juntos cada día.
Gracias por darme este nuevo día
por el sol que me hace ver
toda tu hermosa creación,
por la luna y las estrellas que no dejan
que mi noche sea oscura,
por la paz que das a mi corazón.
Gracias por amarme como soy
por bendecir a mi familia y
por acompañarnos siempre.
DECIMOS TODOS JUNTOS:
PADRE NUESTRO…
DIOS TE SALVE MARÍA…
GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL EL ESPÍRITU SANTO…
Evangelio según san Lucas (7,1-10)
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
Palabra del señor
Reflexión del evangelio
Un hombre ajeno al pueblo de Israel oye hablar de Jesús. Tiene un siervo enfermo y acude al Maestro en busca de solución. Es un centurión, un representante del poder, pero su carácter humilde le impide presentarse en persona y envía a unos amigos.