¡Buenos días!
Iniciamos esta oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
CUANDO ME AMÉ…
Cuando me amé comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces.
Así descubrí la humildad.
Cuando me amé dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo.
Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé tiernamente comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… ¡Saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos…
Si puedo…
Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,
si puedo realizar algún servicio,
si puedo decir algo bien dicho,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo arreglar un fallo humano,
si puedo dar fuerzas a mi prójimo,
si puedo alegrarlo con mi canto,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo ayudar a un desgraciado,
si puedo aliviar alguna carga,
si puedo irradiar más alegría,
dime cómo hacerlo, Señor.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, ¡Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
Palabra de Dios.
Reflexión
Necesitamos ser pobres de espíritu y pedir al Señor que nos regale un corazón humilde, para admitir nuestro pecado y debilidad, siendo conscientes que sin Él, no somos nada ni podemos hacer nada provechoso.
El Señor a través de este texto bíblico nos llama a la conversión. A veces miramos alrededor y vemos muchos males, “hay mucha gente mala” pensamos y decimos, sin darnos cuenta que si esas personas hubiesen tenido el conocimiento que tenemos del Señor, serían incluso mejores que nosotros, que nos escudamos en la maldad de los demás, para justificarnos ante Dios y los hombres y no hacer caso al Señor.
DECIMOS JUNTOS:
Padre nuestro…
Dios te salve María…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…