¡Buenos días!
Iniciamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
“Dos de los discípulos, decepcionados, se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén” (Lc 24,13)
Hacemos nuestra esta oración desde nuestra propia experiencia:
También yo a veces marcho por la vida
como los discípulos de Emaús:
pensando que mi vida no tiene sentido,
creyendo que en la vida todo es negro,
incapaz de ver la claridad del día
y las estrellas en la noche.
Señor, yo, y otros muchos,
tenemos la tentación de creer
que el dolor es más fuerte que la vida.
Yo, y otros muchos como yo,
nos decimos que esto no tiene salida,
que no hay quién lo arregle,
que nos hemos hecho demasiadas ilusiones,
y la realidad es muy distinta.
Señor, yo, y otros muchos como yo,
creemos que nos has abandonado
y nos vamos, cabizbajos, de retirada.
Señor, ¿no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo y con nosotros?
¿No podrías levantar mi esperanza de este
suelo por donde camino?
¿No podrías quedarte para comer y calentar
mi corazón frío?
¿No podrías? Señor, hacer algo
para descubrir tu presencia alegre en nosotros?
¿No podrías, Señor,
repetir aquella escena de Emaús en mi vida?
Quédate junto a nosotros.
Realidad (Ain Karem) https://youtu.be/7M5IWTwv-yM
Decimos todos juntos:
Padre nuestro…
Dios te salve…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…