Jueves 21 de Noviembre


Iniciamos nuestra oración diciendo juntos, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para pedir la Glorificación del Hno. Gabriel Taborin.

Dios Padre nuestro, que has suscitado en la Iglesia al Venerable Hermano Gabriel Taborin para promover la educación cristiana, la catequesis y la animación litúrgica, concédenos que, compartiendo su carisma, sepamos cumplir hoy nuestra misión con la fuerza de tu Espíritu.

Y, si es tu voluntad, haz que sea inscrito en el número de los santos, concediéndonos por su intercesión la gracia que necesitamos… (mencionar los nombres de las personas por las que se desea rezar)

Te lo pedimos insistentemente por nuestro Señor Jesucristo. Amén

Escuchamos del Evangelio del dia de hoy y su reflexión:

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19,41-44

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

PALABRA DEL SEÑOR…

Reflexión del Evangelio de hoy

¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz!

¡Cómo nos cuesta reconocernos pecadores y necesitados de Salvación! Las palabras del Señor y, sobre todo sus lágrimas, contemplando Jerusalén recuerda el episodio de Jonás anunciando la destrucción de Nínive, que finalmente se salvó al reconocer al Dios de Jonás y hacer penitencia. Jerusalén no se salvará, la Ciudad de Dios, donde estaba el Templo, estaba ciega y sorda: sacrificó al Cordero y se “lavó las manos” con su sangre. El llanto de Jesús por Jerusalén también es el llanto por nuestro mundo, que ha olvidado el Amor con el que fue creado, la Paz que necesita para vivir y no reconoce la sangre derramada de tantos inocentes por su pecado.

El llanto del Señor es o debe ser el nuestro. Pero no para amargarnos o paralizarnos, sino para comprometernos con la causa del Evangelio con un testimonio valiente y cabal.

Finalizamos nuestra oración encomendandonos al amparo maternal de la Santisíma Virgen Maria, hoy en la fiesta de la presentación de nuestra madre del cielo en el templo: Dios te salve María…

Excelente jornada para todos.

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